SENTIDO TEOLOGICO DE LA CRUZ
La cruz desde el punto de
vista como instrumento de castigo y tortura es uno de los peores, el más cruel
y sangriento por la forma de cómo son llevados los condenados a este cruel
martirio, es quizá a través de la historia de la humanidad la peor pena de
muerte impuesta por el hombre para el mismo hombre, en su infinito afán de
demostrar poder para quienes van en contra de sus leyes terrenales.
Antes de Jesucristo fueron
muchos los que padecieron este aberrante castigo, era la forma que tenía el
pueblo romano para deshacerse de quienes se atrevían a desafiar sus intereses
políticos y económicos de la época. La cruz como instrumento de martirio era el
más temible y terrible de los actos, con ello querían demostrar quienes tenían
el poder, eran los únicos dueños de la verdad y ese era el precio que tenían
que pagar todos los que de una u otra manera querían anteponerse a los
designios del pueblo romano en su afán de querer nominarlo todo.
La cruz para la época era
signo de derrota, humillación y muerte, quien era sometido a este cruel
martirio no tenía ningún valor, era despreciado, juzgado sin derecho a la
defensa, sobre todo ignorado y olvidado, motivos mas que suficientes para
atemorizar al pueblo subyugado por la maldad y el poder de los romanos, muy
lejos del amor de Dios.
Jesucristo fue el hombre que
vino a implantar su Reino, un Reino de justicia, de igualdad, basado en el amor
por el hermano, contrario a lo que predicaba el pueblo romano, invitando a
tener una apertura de corazón aceptando la voluntad de Dios y no la de los
hombres, con esto Jesús comenzó predicación de la Palara de Dios por el mundo
siendo consiente de las torturas que lo esperaban y el camino por el cual debía
transitar, conocedor de la misión que su Padre le había encomendado para la
salvar al mundo y de todo lo que tenía
que padecer para lograr liberar al hombre del pecado.
La cruz como instrumento de
muerte no es mas que otra de las tantas maneras que el hombre ha involucrado en
el mundo para castigar a sus semejantes con el
objeto de mostrar poder y al mismo tiempo creerse dueño de la vida,
olvidando con esto que el único quien da y quita la vida es Dios, desde este
punto de vista los métodos de castigo de nuestra época también al igual que la
cruz van dejando soledad en el corazón del hombre, son castigos severos
impuestos con el animo de impartir justicia infundida en el temor y el miedo
para quienes se atreven a desafiar los actos que llevan al hombre a ser
sometido a este tipo de torturas.
En la cruz se han suscitado
gran cantidad de interrogantes de la manera como era utilizada como instrumento
de castigo, interrogantes que han trascendido en la historia hasta nuestros
días siendo objeto de cantidad de respuestas y análisis que no siempre están
acordes con la realidad y que han llegado a confundir a los creyentes tal como
lo quieren demostrar las tradiciones luteranas y calvinistas quienes han
querido desvirtuar el sentido de la cruz.
Con su muerte en la cruz, Jesucristo le cambio el significado a la cruz
que paso de ser símbolo de tortura y de muerte a ser símbolo de salvación, el
paso de la muerte a la vida, fue Jesucristo quien extendió su cuerpo en la cruz
convertido en un aparente estado de abandono, de soledad, de estar su cuerpo
inerte a la vista de todos como un hombre mas que fue sometido a este duro y
cruel castigo, en el fondo todo esto tenia que pasar para que el hombre
comprendiera y entendiera que el Hijo de Dios hizo todo esto por amor, un amor
sin limites que lo llevo a tener una muerte de cruz, demostrando que en las
profundidades mas lejanas de oscuridad y tristeza hasta allí llega el amor de
Dios abriendo las puertas de la esperanza.
En este sentido la cruz pasó a
tener un significado diferente gracias a la persona de Jesucristo, dejo de ser
vista con temor y fueron muchos los que abrazaron la cruz, abrazo del cual
también debemos formar parte hasta convertirla en nuestro estandarte de
salvación teniendo de presente que en dos maderos entrelazados Jesucristo dio
las puntadas mas importantes en la instauración de su Reino, el mismo Reino por
el cual fue condenado y acusado de ser Rey, siendo visto como un peligro para
la época, en Jesucristo estaba impresa la verdad, verdad que no quisieron ver
quienes lo tuvieron frente a frente al momento de la condenación al suplicio de
la cruz.
La verdad encarnada en
Jesucristo fue crucificada, negando la esencia del amor de Dios por quienes
tomaron la terrible de decisión condenarlo y la respuesta fue siempre la misma,
la del perdón al sentir como los clavos traspasaban su cuerpo para ser pegado a
la cruz, sus palabras en la cruz fueron agudas pero sensibles palabras basadas
en el amor quedando plasmadas como ecos en la soledad de la tarde para que
traspasaran los sentidos hasta llegar al corazón del hombre quedando gravadas
para siempre como una clara muestra de su gran amor, de humildad, de
aceptación, de humillación, de que el camino de Dios es lento pero seguro y sus
entradas son estrechas pero con grandes espacios en su interior para quienes
toman la decisión de seguir el mensaje.
En el camino del calvario
Jesucristo fue dejando plasmadas sus huellas con las cuales nos invita a
seguirlo, que avancemos tras sus pasos, a que no nos de miedo cargar la cruz y
seguirlo, esa misa cruz en la que nos dejo el mensaje claro de la salvación, a
entrar en su Reino del cual todos somos sus invitados de honor, es aceptar la
cruz que nos corresponde sin mirar que como esta hecha es simplemente cargarla
hasta el final.
Conclusión
El
Eterno Padre sufre misteriosamente viendo a su Hijo sufrir agonizando y
sintiéndose en el infierno tras un muro negro de su Dios amado sin límites, que
le ha abandonado, es su infierno; el Espíritu Santo, Esposo de María por cuya
sombra ha sido concebido el Amor de ambos y el Hijo de ella, sufre, siendo
eternamente feliz, tan misteriosamente que nos resulta abismo insondable. El
Hijo sufre física y espiritualmente, nos resulta corto el lenguaje para
expresarlo, y nosotros, pobres pigmeos, nos hemos creado una Iglesia sin misterio,
una Iglesia a nuestra medida, una Iglesia supermercado, que nos provee de lo
espiritual y también pretendidamente, en concretos sectores, de lo material,
sin atisbar más horizonte que las necesidades terrenas que pretenden solucionar
vendiendo el Vaticano, sin tener en cuenta que Jesús sólo una vez multiplicó
los panes y que dejó dicho que a los pobres siempre los tendréis con vosotros y
que hay otra pobrezas que son más sustanciales; y queremos y predicamos una
iglesia que no cuente con el sufrimiento ni con la cruz y queremos mantenernos
y nos mantenemos pasivos esperando que nos lo den todo hecho sin arrimar
nuestros hombros al trabajo del cultivo del hombre interior y siempre alertas
para observar y criticar cuando no somos capaces de levantar ni un alma del
pecado, ni de corregir un gramo de soberbia o de avaricia propios, o de vencer
un átomo por intolerancia y falta de la virtud de la paciencia.
Todos
estamos llamados a sentir la presencia de Jesús crucificado en nuestra vida,
tomarlo como camino de salvación, teniendo la cruz no como instrumento de
tortura sino parte de nuestra vida, cruz que debemos llevar en nuestro
desierto, en nuestro propio calvario aceptando todo con amor.
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