SACRAMENTO DE LA UNCION DE LOS ENFERMOS
Este sacramento es un don del
Espíritu Santo que cumple con una importante labor dentro de la iglesia, en el
se abre la puerta de la fortaleza de los atribulados en la enfermedad dando un
claro mensaje de que Dios está presente en tan difíciles momentos, con la
unción el enfermo siente como es cobijado por el amor de Dios, pueda que el
cuerpo este dolido, sin fuerzas de caminar, pero el alma y el espíritu al
sentir la viva presencia de Cristo toman nuevas fuerzas, que por más fuerte que
sea el dolor corporal con este acto de
purificación el cuerpo se va dejando invadir por tan efectivo medicamento de
purificación.
El Sacramento de la Unción de
Enfermos confiere al cristiano una gracia especial para afrontar las dificultades
propias de una enfermedad grave o vejez, es el recurso que ayuda al cristiano a
poder sobrellevar con fortaleza y en estado de gracia un momento delicado en la
vida, de tal manera que, fortalece en momentos delicados y, en caso de mayor
gravedad, prepara su cuerpo y su alma para el tránsito a la Casa del Padre a
través de la muerte.
Lo esencial del sacramento
consiste en ungir la frente y las manos del enfermo acompañada de una oración
litúrgica realizada por el sacerdote o el obispo, únicos ministros que pueden
administrar este sacramento.
La Unción de enfermos se conocía
antes como Extrema Unción, pues sólo se administraba personas a punto de morir,
sin embargo, hoy, para desdramatizar y no hacer pensar que es ya inevitable la
muerte, se le ha cambiado la denominación, que es más ajustada a lo que realmente es: acudir a Dios cuando
físicamente uno puede estar más necesitado, sin que necesariamente corra
peligro la propia vida. De hecho es un sacramento de vivos.
La gracia primera de la Unción,
es una gracia de consuelo y de paz, es notable cómo la gracia de este
Sacramento proporciona gran fortaleza y ánimo que tanto hacen falta en esos
momentos, renovando la confianza en el amor de Dios y fortalece contra las
tentaciones del maligno.
Es tan notorio y benéfico el
cambio operado en el enfermo, que los médicos en los hospitales constatan la
mejoría y acogen gustosos al sacerdote que visita a sus enfermos. El don del
Espíritu Santo opera principalmente en el alma, perdonando los pecados, pero también
mira a la salud del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios.
Si no podemos constatar los
efectos espirituales de la Unción, lo que sucede en el ánimo y en el cuerpo es
perfectamente detectable. Los sacerdotes pueden testificar multitud de casos en
los cuales durante la misma ceremonia, el enfermo se recupera prodigiosamente.
Unión con la Pasión de Cristo.
Por la gracia de este Sacramento, el enfermo recibe la fuerza y el don de
unirse más íntimamente a la Pasión de Cristo: en cierta manera, es consagrado
para dar fruto por su configuración a Cristo doliente y redentor. El
sufrimiento recibe un sentido nuevo: es ahora participación en la obra
salvífica de Jesús.
Siendo el sufrimiento algo que
naturalmente queremos evitar, lo encontraremos fatalmente porque somos frágiles
y mortales. Hay que estar preparados religiosa y anímicamente para cuando
llegue.
El cristiano no sufre como los
animales, que no pueden darle un sentido al dolor. Nosotros, por la fe, podemos
y debemos unirnos a la cruz de Cristo y desde ahí, con El, salvar al mundo. San
Pablo y muchos grandes santos han expresado el deseo de sufrir con Cristo para
unirse a El hasta el extremo.
Una gracia Eclesial: El
documento Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, nos recuerda que cuando los
enfermos reciben este Sacramento, uniéndose libremente a la pasión y muerte de
Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de Dios.
Por la Comunión de los Santos,
es toda la Iglesia la que ora por el enfermo y al mismo tiempo, el enfermo
puede ofrecer a Dios sus sufrimientos por toda la Iglesia.
Una preparación para la
muerte. Si el Sacramento de la Unción de los enfermos es concedido a todos los
que sufren enfermedades y dolencias graves, lo es con mayor razón a los que
están a punto de salir de esta vida. La Unción de los enfermos acaba por
conformarnos con la muerte y resurrección de Cristo. La unción del Bautismo
había sellado en nosotros la vida nueva de la Gracia; la Confirmación nos había
fortalecido para el combate de esta vida. Esta última unción ofrece al término
de nuestra vida terrena, un escudo para defendernos en los últimos combates y
entrar confiadamente a la Casa del Padre.
La pastoral de salud es quizá
uno de los principales grupos que operan dentro de la Iglesia, son los
encargados de llevar el censo de los enfermos presentes dentro de una
parroquia, son un grupo de personas comprometidas en la fe, en el amor a Dios y
al prójimo como sus principales herramientas para adentrarse en la vida
personal y familiar de cada enfermo, es trabajar denodadamente en pro de una
causa común aprendiendo a compartir el inmenso amor que Dios dejo
y que más adelante Jesucristo padeció y murió por cada uno de nuestros
pecados.
Cada persona que entrega parte
de su vida a tan importante labor de ir de casa en casa socorriendo a tantos
enfermos faltos de cariño y compresión, es aquí donde se experimenta el
verdadero valor del sufrimiento, en el enfermo se siente la presencia de Cristo
crucificado, sufriente por el dolor causado.
La pastoral de la salud no
está para discriminar enfermos y enfermedades, a todos se les debe tratar por
igual, es este punto donde se concentra el que todos somos hijos de Dios que
por lo tanto no es posible que hayan estratos sociales dentro de la pastoral,
Dios a todos los enfermos los mira por igual, ante sus ojos todos tienen los
mismos derechos.
La pastoral de la salud tiene
su punto de partida en la Palabra que se presenta en los evangelios, es el
Señor mediante su Palabra dice cual es la forma de comprender a cada uno de los
enfermos, todo se debe hacer en base a la estructura de cómo Jesús enviaba a
sus discípulos a curar enfermedades.
Cada día son menos las personas comprometidas con
la Pastoral de la Salud. Van en disminución, por lo menos en lo que toca al
personal religioso. Religiosos y Religiosas han tenido que vender algunos
hospitales por no tener ya quien los atienda. Además se han presentado
muchísimos problemas tanto de carácter económico como científico, técnico y
político, por las exigencias actuales de la Medicina y las actitudes laxas de
varios Gobiernos.
La Pastoral de la Salud no es
pues un mero proyecto de beneficencia al enfermo, sino que se adentra en la
misión esencial de la Iglesia. Cristo así se la asignó a sus discípulos y
apóstoles. Por tanto, para llevar a cabo esta Pastoral se exige una profunda
fe, una caridad muy eficaz y una esperanza a toda prueba. Sólo así se podrá
realizar el plan divino en la Pastoral de la Salud que consiste en imitar la
vida de la Santísima Trinidad, “Haciendo la Verdad en el Amor” (Ef. 4,15).
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