LOS RELIGIOSOS Y SU INDOLE ESCATOLOGICO
Desde el mismo momento de la concepción de Jesucristo en el vientre de
su Santísima Madre fue formándose perfectamente en todo, siendo así portador de
la Buena Nueva que comenzó con el saludo del Ángel a la Virgen María dándole el
anuncio de que sería la Madre del Salvador, el elegido por Dios para guiar al
mundo al Padre liberándolo del pecado, dentro de este marco Jesús fue concebido
por la grandeza de su Padre por intermedio del Espíritu Santo para que se
hiciera hombre en las entrañas de una mujer, la llamada a entregar su vida al
servicio de Dios, aceptando todo con paciencia, amor y bondad prácticamente sin
esperar nada a cambio, llevando una vida de Castidad, Pobreza y Obediencia
consagrándose a la voluntad del Señor, cuando manifiesta “Soy la esclava del
Señor, hágase en mi tu santa palabra” (Lc 1,36), un acto de entrega
incondicional al Señor.
Jesús
siendo unigénito de Dios, el elegido, nunca hizo alarde de su grandeza por el
contrario fue el humilde y sencillo queriendo nacer en un pesebre para hacer
sus votos de pobreza, para luego dejarse guiar por el seno de una familia que
lo acogió, lo formo en su proceso normal de crecimiento humano dando el ejemplo de obediencia extrema, siendo
visto ya como signo de contradicción entre todos los pueblos tal y como
profetizo Simeón al momento de ser presentado en el templo (Lc 2, 33).
El
niño fue creciendo en estatura, conocimiento y en gracia delante de Dios y de
los hombre (Lc 2, 52), demostrando la Castidad puesta al servicio de su Padre,
en este orden de ideas Jesucristo desde antes de nacer tenia la meta trazada
para su vida, para ser el hombre que con sus actos dejaría todo para seguir la
voluntad de su Padre, con obediencia para sufrir una muerte de cruz, con pobreza
haciendo de lado las cosas del mundo del cual su Padre fue es su creador
pudiendo ser el rey absoluto de todo cuanto existe, pero su grandeza estaba en
construir su reinado fuera de la tierra, un Reino justo y soberano al lado de
su Padre, con la castidad de ser un hombre que le dio el verdadero valor a la
mujer con capacidad de sacrificio al servicio de los demás, nobleza y lealtad
al servicio y en el amor.
Este
es camino que se debe seguir y al que estamos llamados a recorrer para entrar a
formar parte activa al servicio del Señor, teniendo la consagración religiosa
su raíz en el bautismo como seguimiento
fiel a Cristo, sirviendo al Reino de Dios y anunciando en la Iglesia la gloria
del mundo futuro para convertirse en discípulo de Cristo practicando el
celibato, la pobreza y la obediencia.
Este
ejemplo de vida se inicio desde los comienzos de la Iglesia donde hombre y
mujeres tomaron la firme decisión de entregar su vida al servicio del Señor, muchos de los cuales bajo la inspiración del
Espíritu Santo, o vivieron en la soledad o formaron familias religiosas a las
cuales la Iglesia, con su autoridad, acogió y aprobó de buen gusto.
Mas en medio de tanta
diversidad de dones, todos los que son llamados por Dios a la práctica de los
consejos evangélicos y fielmente los profesan se consagran de modo particular
al Señor, siguiente a Cristo, quien, virgen y pobre, redimió y santificó a los
hombres por su obediencia hasta la muerte de Cruz. Así, impulsados por la
caridad que el Espíritu Santo difunde en sus corazones, viven más y más para
Cristo y para su Cuerpo, que es la Iglesia. Porque cuanto más fervientemente se
unan a Cristo por medio de esta donación de sí mismos, que abarca la vida
entera, más exuberante resultará la vida de la Iglesia y más intensamente
fecundo su apostolado.
Castidad
Distintivo impaciente para el mundo es el voto de castidad, estando
tan condicionados al matrimonio, el que un muchacho o muchacha renuncien
voluntariamente a fundar una familia propia, es casi incomprensible; muchas
personas denigran este voto desde su óptica mundana, creyendo que el religioso
es un frustrado y acomplejado, que va huyendo de quién sabe qué realidades que
no puede manejar; pero es todo lo contrario, el amor de Dios llega a ser tan
fuerte, tan total, que todo lo demás pierde importancia, no es renunciar a
algo, es encontrarlo todo.
Nadie piensa que el que se casa está renunciando a todas las mujeres del mundo y hasta a su propia familia, padres y hermanos, suelen pensar que encontró al amor de su vida y en su esposa encuentra la razón de su existencia; este sentido los matrimonios son una fiesta.
Con mayor razón, el muchacho que es llamado a la unión perfecta con Dios, debe ser felicitado por toda la comunidad cristiana, la castidad, evidentemente, no es fácil, eso lo saben todos los solteros y también los casados y los viudos, cada estado de vida nos exige la castidad de alguna manera, pero el religioso cuenta con muchos más auxilios espirituales para poder ser fiel a su voto, toda la Vida Religiosa está organizada y orientada para que los religiosos no tan sólo puedan vivir sus votos sino trabajar ardientemente por la salvación de sus hermanos y del mundo entero.
Del mismo modo como la actividad sexual centra al hombre, por momentos obsesiva en lo carnal y sensible, la castidad le facilita la elevación espiritual y la entrega a altos ideales; esto no lo descubrió la Iglesia Católica sino que ya desde antes de Cristo se practicaba en Israel, por ejemplo, en la secta de los Esenios, también en los monasterios orientales budistas, la continencia es una regla.
Mahatma Gandhi siendo de religión hindú y casado desde su adolescencia, descubrió el valor de la castidad e hizo el voto para poder ofrecer su vida entera a la noble causa de la independencia de su país por la no violencia.
El voto de castidad, lejos de limitar al hombre, le da
oportunidad de amar sin los límites familiares y sublimando el instinto,
emprender grandes empresas.
Pobreza
Es de sobra conocido que las riquezas y posesiones no dan la felicidad al hombre y sin embargo nos afanamos por acumular bienes materiales, de los que nos volvemos sus esclavos.
Es de sobra conocido que las riquezas y posesiones no dan la felicidad al hombre y sin embargo nos afanamos por acumular bienes materiales, de los que nos volvemos sus esclavos.
El instinto de posesión es tan natural como el de la reproducción, tener dinero o cosas, nos da categoría, sentido de seguridad, importancia, todo mundo quiere ser rico y para muchos sin importar el modo lo quieren hacer a toda costa, a esto nos lleva la educación recibida en casa y lo que nos vende la televisión. "Tanto vales, cuanto tienes" dice el dicho tan popular como equivocado. "Ser alguien" quiere decir, ser rico. Si no tienes nada, eres un pobre diablo, bueno para nada. Después de todo, el dinero no compra la felicidad, pero compra todo lo demás. Por ello da la vida el mundo.
Cuando el Señor nos advierte: "No podéis servir a Dios y al dinero", creemos que está exagerando, así como cuando nos dice: "Ay de vosotros los ricos" No queremos entender ni de lejos la bienaventuranza primera: "Bienaventurados los pobres". ¡Ser pobre, jamás!
El religioso, en cambio, cree en Jesús y renuncia a la persecución de las riquezas y posesiones, por el voto, no posee nada como propio, o puede decir esto es mío, ni la casa que habita, ni el auto que maneja, ni los aparatos que utiliza, por lógica, lo único que puede considerar de su propiedad, más o menos, es su ropa personal y unos cuantos libros.
Por el voto de pobreza, todo lo que recibe el religioso por su trabajo apostólico, es de su comunidad, el religioso, por su desprendimiento, contribuye al bienestar de sus hermanos: alimentos, bienes de consumo, atención a los enfermos y ancianos y la formación de los jóvenes que serán el relevo en las obras de la Congregación y al mismo tiempo, queda libre de las preocupaciones inherentes a la vida, como el qué comerá o qué vestirá, quién lo cuidará en su enfermedad y quién pagará su entierro, su entrega solidaria a su congregación lo pone a salvo de lo que tanto preocupa al mundo, en la pobreza encuentra la seguridad que todos anhelamos, porque ha puesto su vida en manos de Dios providente y sabe que los bienes materiales poco importan.
Obediencia
Este voto es tal vez el más comprometedor, consiste básicamente en aceptar por amor a Dios, que otro hombre nos mande, es renunciar a la propia voluntad, al propio proyecto de vida, a las propias decisiones, y eso cuesta mucho trabajo, porque normalmente nos encanta mandar, decidir, imponer; de las tres tentaciones clásicas de todo ser humano: placer, tener y poder, ésta última es la más tenaz, la más enraizada, la más enajenaste.
El religioso, libremente, acepta estar a las órdenes de sus superiores, lo que los hombres en el mundo tienen que soportar por dinero, por necesidad, quién no tiene jefes, patrones, parientes a quien obedecer, el religioso lo convierte en ofrenda y homenaje a Dios.
Por el voto de obediencia, el religioso no hace sino tratar de imitar a Jesucristo "que siendo de condición Divina, no reivindicó, en los hechos, la igualdad con Dios, sino que se despojó, tomando la condición de servidor y se humilló y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz" Flp.2,6-8.
Igualmente imita a la Santísima Virgen María que no tuvo otro lema en su vida sino aquél "Hágase en mí según tu palabra" Lc. 1,38.
Al ofrecer a Dios la propia voluntad, el religioso se está ofreciendo todo entero, por esta ofrenda acepta de hecho los otros dos votos y en algunas antiguas Ordenes Religiosas, es el único voto que se pronuncia.
Siendo el orgullo la causa de todos los males, podemos decir que la humildad requerida para obedecer por voto, extrae de raíz la causa de todos los demás pecados, recordemos que una de las definiciones del pecado es precisamente una desobediencia a la Ley de Dios.
La obediencia religiosa es en primer lugar, un acto de adoración a Dios, pero también es motivo de santificación personal y por último es principio de orden y eficacia en la comunidad religiosa, sabemos que la anarquía conduce al caos, cuando un religioso es elegido o nombrado superior de una comunidad, podemos estar seguros de que es el mejor hombre para ese puesto y la responsabilidad que asume es una carga que solo acepta precisamente por obediencia, porque ya sabe por experiencia que es más fácil obedecer que mandar. El religioso que anhelara un puesto de diligencia, pronto se dará cuenta de la verdad de lo antes dicho.
La sumisión casi servil de un deportista en manos de su entrenador, de un militar a su superior en rango, de un oficinista a su jefe o de un político a su partido, no tiene nada que ver con la obediencia religiosa y podemos decir que en ésta no hay nada de servilismo sino que al contrario, proporciona una libertad desconocida por el mundo.
Todos como hijos de Dios estamos llamados a cumplir este
orden escatológico, de Castidad, Pobreza y Obediencia, seguir los pasos de
Jesús siendo portadores del mensaje de Dios, cada uno desde su orden de vida
está con el compromiso de aceptar la voluntad de Dios.
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