SENTIDO TEOLOGICO DE LA ASCENCION DEL SEÑOR

Jesucristo en su paso por la tierra fue dejando sus enseñanzas las que estaban centradas en la construcción del Reino de Dios, basado en el amor, la sencillez, el compartir, perdonando de corazón a todos quienes causen mal.

Por tal razón no fue visto con buenos ojos los dueños del poder de la época, en este caso el imperio Romano quien se creía el dueño de todo cuanto existía, hasta de la propia vida y Jesucristo no fue ajeno a estas circunstancias siendo llevado a la ignominiosa muerte de cruz.

Todo no paro ahí, porque el Reinado de Jesús no era de este mundo, que todo lo que padeció y sufrió por parte de los Romanos fue anunciado y predicado por los profetas, que estaba escrito en  las sagradas escrituras, por lo tanto en parte fue el cumplimento de las profecías, así lo quiso Dios para que el hombre entrara en razón saliera de su pecado y comprendiera el gran amor que le tiene al hombre.

Después de muerto nadie creía, ni los mismos apóstoles que Jesucristo volvería a la vida en cuerpo glorificado por el Padre para darle de nuevo vida a cada uno de sus mensajes, la resurrección fue su triunfo sobre la muerte de la cual todos por ser hijos de Dios salimos gananciosos. Es la demostración que Jesús hecho hombre se quedaría para siempre entre nosotros, devolviendo la fe perdida y para esto Ascendió a los cielos ante la vista de sus discípulos para que fueran los testigos reales del hecho y lo predicaran por todo el mundo.

Con la ascensión al cielo Jesús abre las puertas para que todos podamos seguirle, para que no nos desviemos del camino marcado para nuestra salvación, para no perder la esperanza y la fe que El está sentado a la derecha del Padre intercediendo por cada uno de nosotros para que un día podamos llegar a Él y gozar de la felicidad eterna.

La ascensión tampoco es la despedida definitiva es el regreso al Padre después de su paso por el mundo terrenal, así como un día cualquiera tomamos la decisión de irnos de vacaciones lejos de nuestra morada, nos vamos con la premisa de regresar, es tomar un tiempo de descanso, de cambio, de alejarnos de la vida agitada en la que se vive, eso mismo hizo Jesús vino al mundo salió de la casa de su Padre, para un día regresar, pero no vino de vacaciones como nuestros paseos, el de Jesús fue otra clase de paseo muy distinto, vino fue a redimir al hombre del pecado para su salvación, en  cambio en nuestra temporada de vacaciones gozamos al máximo, es mas ni nos acordamos de Dios, y al final regresamos a casa a volver a vivir la realidad de la vida. Jesucristo en su paseo por el mundo si se acordó de nosotros que somos pecadores, era lo que más le dolía y aun le sigue doliendo la forma de cómo vivimos alejados de Dios. Con la Ascensión vuelve al padre con la misión cumplida, dejo plasmado en cada acto de su vida su gran amor, su compromiso con el Padre al responder fielmente la voluntad, haciendo todo y únicamente todo a lo que su Padre lo envió.

Bajo estas condiciones Cristo se va tranquilo, sin hacer alarde de su trabajo, se va con la humildad como nació,  si se analiza Jesús nació en el silencio de una noche, murió en el silencio de una tarde, resucito en el silencio de una mañana y se marcho al Padre ascendiendo en medio del silencio de sus discípulos.

Puede irse tranquilo, porque los suyos, poseídos por el fuego del Espíritu, proclamarán el Evangelio de Dios, que es el mismo resucitado, a todos los pueblos, generación tras generación, hasta el confín de la tierra y hasta el fin de los tiempos. 
 
Cristo puede irse tranquilo, porque los discípulos proclamarán el mismo Evangelio que él ha predicado, harán los mismos milagros que él ha realizado, testimoniarán la verdad del Evangelio igual que él la testimonió hasta la muerte en cruz.
 
Puedes irte tranquilo, Jesús, porque su Iglesia, en medio de las contradicciones de este mundo, y a pesar de las debilidades y miserias de sus hijos, será siempre fiel, hasta su regreso.

Jesucristo regresa al Padre triunfante, pero no es un triunfo como que nosotros celebramos, triunfos terrenales por los títulos que se obtienen, la posición social, en pocas palabras todo lo que esté relacionado con el mundo material, en los que vibramos de euforia de la que nadie nos puede sacar, el triunfo del Señor es algo muy diferente, es un triunfo sobre el pecado, lo que nos ata, sobre la muerte, un triunfo en nombre de Dios, del cual todos de alegrarnos y participar tal y como lo hacemos con nuestros triunfos terrenales, pero en este caso el momento especial para celebrar este triunfo es asistiendo y participando de la Sagrada Eucaristía en donde somos los invitados de honor, es allí donde vivimos ese triunfo porque se tiene ese contacto directo con el Señor resucitado, es sentir ese renacer en nuestro corazón, es sentirse amado por el Señor, los demás son triunfos terrenales que muchas veces en los que celebramos los triunfos de otros como si fueran nuestros.

Jesucristo se marcha dejando sus enseñanzas, que no son mensajes efímeros, que son para siempre, se va con la firmeza que un día volverá, se va siendo obediente de su Padre, cumplidor de su deber, deber que nos duele y cuesta cumplir, se va con el compromiso de que no nos dejara solos, que muy pronto enviara el eterno y fiel compañero, promesa que cumple el día de Pentecostés con el envió del Espíritu Santo, el defensor que mantendrá unida la iglesia por siempre, siendo la nueva fuerza que necesitaban los discípulos para salir a predicar sin ningún temor su Palabra.

Con la Fuerza del Espíritu Santo enviada desde lo alto, todos estamos llamados a no tener miedo, a estar siempre vigorosos atentos a llevar el mensaje eterno que a trascendido a través de la historia, es no tener miedo a vivir las experiencias reales del encuentro del Señor, la Ascensión del Señor es la invitación que Jesús está vivo al lado del Padre, a seguir su camino de salvación, a vivir la plenitud de la fe en cada momento de nuestra vida.

La fiesta de la Ascensión nos invita a tener nuestra mirada fija en el cielo, donde reside Cristo a la derecha del Padre, pero las manos y el esfuerzo en esta tierra que sigue teniendo necesidad de la manifestación de los hijos de Dios.

Es una invitación a seguir trabajando por construir la civilización del amor, el que enseño Jesucristo en cada uno de sus actos, a dar razón de nuestra esperanza a todo aquel que nos la pidiere (1 Pt 3,15).

El cristiano debe ser un hombre de esperanza y de luz en medio de un mundo de tiniebla. “La evangelización comprende además la predicación de la esperanza en las promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo; la predicación del amor de Dios para con nosotros y de nuestro amor hacia Dios, la predicación del amor fraterno para con todos los hombres, capacidad de donación y de perdón, de renuncia, de ayuda al hermano, que por descender del amor de Dios, es el núcleo del Evangelio; la predicación del misterio del mal y de la búsqueda activa del bien.

La Ascensión del Señor es un hecho real, el cual quedo marcado en la historia de la humanidad, un acontecimiento que trasforma las ideas  y los pensamientos llenando el corazón de amor, un amor que nos llama a ser humildes y sencillos tal y como lo fue Jesucristo. Es un acto en el cual la muerte pierde todo su poder enseñando que no es un proceso de revivificación tal y como sucedió con Lázaro, quien volvió a la vida para luego volver a morir, acá la muerte también tiene salvación y deja de ser ese aspecto macabro dentro del cual la cultura humana la puesto, hasta el punto de querer que todo se soluciona con la muerte haciendo justicia de manera equivocada con sus propias manos tal y como hicieron con Jesucristo.

La Ascensión del Señor es el anuncio kerigmatico del gran amor del Padre, a dejar el pecado como la obra del demonio que nos aleja de Dios, la invitación a la conversión volviendo la mirada a Dios, a dejar el hombre viejo para nacer en la fuerza del Espíritu.

¿Qué nos enseña la Ascensión? 
A luchar por ser perfectos y buenos para poder ir al Cielo con Jesús. Él vivió como todos nosotros su proyecto y lo fue perfeccionando día a día. Su proyecto no terminó con la Muerte, sino que siguió con su Resurrección y su Ascensión

Con la Ascensión, Jesús alcanza la meta final y es exaltado; se hace Señor y primogénito de sus hermanos. La plenitud sólo se alcanza al final y es un don de Dios. 


Jesús ha ascendido al Cielo y nos espera en la meta. Nosotros debemos trabajar para cumplir con nuestra misión en la tierra. Hay que vivir como Él, amar como Él, buscar el Reino de Dios. Debemos anunciar el Evangelio con la palabra y con la vida.
 

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