CARACTERISTICAS TEOLOGICAS DEL NUEVO TESTAMENTO

Al adentrarnos en el Nuevo Testamento desde el análisis meramente teológico, el punto de partida es la encarnación de la Palabra, Palabra que existía desde siempre para convertirse en la luz que ilumina al mundo.

Dios se manifestó ante el mundo mediante su único Hijo, demostrado con esto que a pesar de ser Dios se hizo igual a los hombres menos en el pecado para que la humanidad comprendiera y entendiera que con esta acto de abajamiento se integraba de una manera mas profunda en el corazón del hombre, corazón que estaba corrompido por el pecado que llevo al mismo hombre a no permitir la presencia del Hijo de Dios en su medio, causándole la muerte, pensando o imaginando que con este acto quitarían del medio a un hombre que demostraba con su sencillez y carisma que el poder no se conseguía ni estaba en las cosas materiales, porque creían que Jesucristo había venido a implantar su reino acá en la tierra, poniendo en peligro su estructura política, económica, militar y en gran parte la religiosa.

Pero no imaginaban que el Hijo de Dios estaba por encima de todo esto, que Dios tenía esto en sus planes para salvar al mundo, un duro golpe para sus intereses de la época, intereses que han venido trascendiendo a través de la historia con los que la Iglesia ha tenido que luchar en más de veinte siglos de existencia.

Las características del Nuevo Testamento son la huella imborrable en el corazón y en la mente del hombre para alcanzar el camino de Salvación, el cual Jesucristo labro con su vida, pasión y muerte quedándose para siempre en la Eucaristía junto con el Espíritu Santo, la fuerza que mantiene viva al cristianismo.

Monoteismo

Dios desde que se le manifestó al hombre, siempre dejo un mensaje claro y conciso, no hay otro Dios, Él y nadie mas, es quien lo da y lo brinda todo, es la luz en el camino, la verdad y la vida, a quien se debe seguir teniendo la conciencia plena que es el dueño de todo lo creado, nuestro creador y Padre, en quien debemos confiar siempre cumpliendo su santa voluntad.

Con el monoteismo se manifiesta la creencia que Dios es el Ser Supremo, el Creador del mundo, el Todopoderoso, siendo nuestra fuente de perfección, llevando al hombre a no creer en otros dioses o a tener varios dioses según las necesidades de la vida como suele suceder en nuestro tiempo.

Jesucristo con su venida al mundo, enseño que Dios es nuestro Padre, un Padre amoroso y compasivo que siempre esta dispuesto a brindar lo mejor, cobijando con esta actitud a toda la humanidad.

Es compromiso de cada Cristiano responder a ese llamado, teniéndolo únicamente como su Dios, quien nos lleva de la mano en este mundo terrenal tan vació y lleno de vicisitudes que ponen en peligro nuestra integridad espiritual.

Con esta doctrina Jesucristo dejo impresa la imagen de ser el Hijo de Dios, el enviado para salvar al mundo, demostrando su grandeza, una grandeza de docilidad de palabra, de Espíritu, una fuente de luz única al manifestar “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6), una enseñanza a la que todos debemos estar unidos para siempre, sin la necesidad de buscar a otros dioses.

Santísima trinidad
Es uno de los grandes misterios de la Iglesia, una fuente de fe, el estandarte principal para la unidad de la Iglesia fundada por Jesucristo, para convertirse en la verdad revelada del Padre, estando desde siempre manteniendo viva la Fe como un acto de obediencia y creencia plena en Dios.

En la Santísima Trinidad se concentra un Solo Dios en tres personas, El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo, es el misterio central de la fe y de la vida Cristiana,  a la cual pertenecemos y estamos llamados a comprender que Jesús era el enviado del Padre, tal y como lo hicieron los apóstoles después de su Resurrección, cuando experimentaron la presencia del Espíritu Santo dentro de sus corazones el día de Pentecostes, experiencia a la cual debemos abrirnos con la creencia que la Trinidad es una y no tres dioses diferentes, sino un solo Dios en tres Personas distintas; no es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las tres Personas es enteramente Dios.
Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen la misma naturaleza, la misma divinidad, la misma eternidad, el mismo poder, la misma perfección, son un sólo Dios; además, sabemos que cada una de las Personas de la Santísima Trinidad está totalmente contenida en las otras dos, pues hay una comunión perfecta entre ellas.

Las Personas de la Santísima Trinidad son distintas entre sí, dada la diversidad de su misión, Dios Hijo, por quien son todas las cosas es enviado por Dios Padre, es nuestro Salvador; Dios Espíritu Santo, en quien son todas las cosas, es el enviado por el Padre y por el Hijo, es nuestro Santificador.

Con la Santísima Trinidad se manifiesta la eternidad de los tiempos, que Dios es único, el eje central de la vida de todo Cristiano creyente y comprometido con el mandato de Dios, cumpliendo a cabalidad los mandamientos.

Encarnación pascual de Jesús.
Dios ante el despliegue tan grande del pecado en el mundo por culpa del maligno, comenzó a profetizar la venida del Salvador, por intermedio de hombre escogidos por Él, quienes comenzaron a manifestar la grandeza del Hijo de Dios.

Para esto fue necesaria la escogencia de una mujer noble, sencilla, de humildad transparente, quien mediante un anuncio profético recibió la bendición de ser la madre de nuestro Salvador, del que tanto habían hablando los profetas, demostrando un inmenso acto de Fe, de ser la responsable de la encarnación del Hijo de Dios.

En la entrañas de esta mujer, la Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo se hizo la encarnación del Verbo, la Palabra se hizo hombre, un hombre con la capacidad dada por su Padre de destruir el pecado, demostrándole una vez mas al maligno que Dios es el dueño del hombre, de su corazón.

Con la encarnación de su Hijo, Dios se hace igual a los hombres, les brinda la oportunidad esperada para salvarse, alejarse del pecado, de las cosas mundanas que alejan al hombre de Dios, con este acto de nobleza, de bajeza, se experimenta la escencia divina del Padre, quien coloca a su Hijo amado para que lo escuchen, lo sigan, lo imiten en todo, dejando de lado el pecado, la peor ofensa contra Dios que pueda existir, la cual esta presente en el hombre por culpa de su desobediencia.

La Encarnación del Verbo no afecta a la libertad divina, en escencia Dios podía haber decidido que el Verbo no se encarnara, o que se encarnara otra Persona divina, sin embargo, manifestar que Dios es infinitamente libre no significa que sus decisiones sean arbitrarias ni negar que el amor sea la razón de su actuar.
Por eso el hombre en su afán de investigación, de saberlo todo,  suele buscar las razones de conveniencia que se pueden vislumbrar en las diversas decisiones divinas, tal como se manifiestan en la actual economía de la salvación, buscando tan sólo poner de relieve la maravillosa sabiduría y coherencia que existe en toda obra divina, no una eventual necesidad en Dios.

Conciencia clara del cumplimiento profético
Con la encarnación del Verbo se pone de manifiesto el cumplimiento profético, del que  tanto habían profetizado, la hora había llegado en la cual el Hijo de Dios se hace hombre, viene al mundo por intermedio de una mujer, tal y como estaba en las escrituras, siendo este hombre el causante de partir en dos la historia de la humanidad.

Se hace realidad la presencia de Jesucristo, quien comienza a ser visto como el salvador por quienes conocían y entendían  que la profecía estaba presente, en cambio los que se creían dueños de la verdad, lo veían como un peligro latente para sus intereses a tal punto de ser objeto de persecución siendo aun un indefenso niño, persecución que no seso hasta causarle su muerte, una muerte de cruz que se convirtió en el camino de la Salvación.

Jesucristo es la real  manifestación del cumplimiento profético en la historia de la humanidad, en su bautismo, primero con agua y luego con el Espíritu Santo en el que Dios manifiesta que es su Hijo amado a quien ha elegido, (Mc 1, 11), el mismo bautismo con el cual el hombre entra a formar parte de la Iglesia como su hijo.

Dios le manifestó a su pueblo elegido que le enviaría un salvador, la ratifico con el  Rey David, que de su descendencia nacería el hombre que salvaría al mundo, el redentor de los pecados.

En nuestro tiempo aun existen dudas de la verdadera realidad de este cumplimiento profético, por la perdida de la conciencia del pecado en donde la nueva era quiere reinar y que no se necesita de Dios para vivir, una realidad bastante lejana para quienes la profesan  la cual jamás lograran destruir, al estar protegida por El Espíritu Santo, mientras tanto la realidad profética continuará su curso de generación en generación y no se detendrá jamás, al ser Dios su autor principal.

Presencia de Jesús como Mesías, Pastor  y Rey.
Jesucristo se hace presente en la humanidad como el Mesías esperando, al que habían anunciado tantas veces, el prometido a Israel, nacido en el seno virginal de Maria, la escogida por Dios para la encarnación de su Hijo, junto con José el hombre que en sus hombros estubo la magnífica tarea de guiar al Mesías en sus primeros años de vida, formando el hogar santo de Nazareth.

Jesús es el buen Pastor que cuida de sus ovejas y sus ovejas conocen su voz y lo siguen porque saben que es el Salvador del mundo, el enviado por Dios para liberar al hombre del pecado, con la actitud de Pastor, Jesús continúa con las características del Pueblo de Israel, un Pueblo nacido de Pastores, con sus grandes rebaños; esa es la mision de Jesús, ser el buen Pastor que dirige todo el rebaño de su Padre, haciéndolo cada mas grande, es el encargado de anunciar el Reino de Dios asi mismo como los pastores anunciaron su nacimiento.

Jesucristo como Rey llego al mundo envuelto en pañales naciendo en un humilde pesebre, sin lujos y nada de ostentación de poder, rodeado de pobreza, tan sólo parecía un indefenso niño pasando desapercibido saliendo de la sencillez de un pueblo pequeño en una de las montañas de la región, Belen de Judea.

Se convirtió en un rey amado por unos y odiado por otros, hasta llevarle a la muerte, un Rey que guardó la espada de su justicia, para desplegar sólo la capa de su misericordia, que tendía a todos los que a Él se acercaba,  un Rey que salió a la conquista del mundo, no con un ejército de fieros guerreros, adiestrados en artes marciales o bélicas; sino con un minúsculo equipo de humildes pescadores, que sólo sabían el arte de pescar y remendar las redes. Un Rey que anunció su Reino maravilloso de paz, de humildad, de pobreza, de pureza, de verdad.

Un Rey que prefirió morir por sus súbditos, y así salvarnos, pero un Rey que resucitó, se fue al Cielo, nos dejó su presencia viva en la Eucaristía y en los sacramentos, un Rey que vendrá Glorioso, al final de los tiempos para desplegar su Justicia y dar su premio a quienes lucharon con Él.

Cristo como epifanía del Padre.
Jesucristo por obra y gracia del Espíritu Santo se presenta como el Hijo de Dios, el enviado por su Padre para trabajar en la construcción de su reino, al que todos estamos llamados a pertenecer.

En este sentido Dios se manifiesta una vez mas al hombre, pero esta vez en un sentido mas directo porque vive entre los hombres, naciendo de la descendencia de su Pueblo, a quien le prometió el Mesías, el que vendría con su Gloria no a abolir la ley sino a darle pleno cumplimiento.

Jesús se le presenta al hombre como una prueba del amor de Dios, un amor brindado sin condiciones, con un corazón puro y limpio, amor que al  hombre le cuesta aceptar, cambiándolo por las obras de la carne que lo mantienen alejado de ese amor, tal cual y como pasa en nuestro tiempo.

Plenitud escatológica manifestada en Cristo
Jesucristo con su muerte  pone fin a su paso por la tierra como hombre, mas no como el Hijo de Dios, manifestando que asi como vino del Padre, después de cumplir su misión vuelve a Él, dejando en el corazón y en la mente del hombre la grandeza de su amor.

Antes de su muerte sus discípulos eras sus seguidores, sin comprender claramente cada una de sus enseñanzas, tenían toda la confianza puesta en Él, pero con el temor en el interior de salir a predicar, temor que un existe en nuestras comunidades la de ir por el mundo a predicar el evangelio.

Tan sólo después de su muerte, los discípulos llenos del Espíritu Santo dejaron el temor para llenarse de valor y salir a predicar todas las enseñanzas que su maestro les había impartido, fue allí donde comprendieron  el porque habían sido escogidos por Jesús para ser los encargados de comenzar con la difícil misión de evangelizar el mundo, tarea a la cual debemos sumarnos como apóstoles comprometidos para mantener viva y activa la Iglesia que Jesucristo fundo, dejando en clara evidencia que su muerte  es la puerta que abrió la Salvación y la liberación de nuestros pecados.

Justificación por la fe en el Crucificado – Resucitado.
 Para el hombre cuesta creer que la crucifixión y la posterior resurrección de Jesucristo no es algo creíble en cuestión de fe, no era posible que alguien que murió crucificado a los tres días resucitara de entre los muertos, era algo impredecible y poco confiable, hasta para sus mismos seguidores quienes fueron los primeros en extrañarse por la noticia. Un ejemplo claro lo dio uno de sus apóstoles, Tomas quien no creyó tal afirmación que le contaron sus compañeros de viaje, se hizo necesario la presencia de Jesucristo para que viera con sus propios ojos esa realidad, realidad que por su falta de fe lo hizo dudar y que lo llevo a manifestar que tenia que ver para creer, tocar y sentir; realidad que aún continúa reinando en nuestro ambiente materialista, cuesta creer que Jesucristo vino al mundo, se hizo hombre, sufrió por nuestros pecados, padeció la muerte de cruz, resucito, nos dejo el Espíritu Santo, dejando el camino libre de la Salvación, y a pesar de todo esto el hombre se hace el ciego y no quiere aceptar semejante acto de nobleza, sólo le importa vivir para si, lejos de la voluntad de Dios.

Estamos llamados a que por la fe seamos salvos a comprender este acto que tubo el Señor para con nosotros de darnos a su propio Hijo, que se convierte en una justificación para acrecentar nuestra fe.

Gracia como concesión libre de Dios
La gracia es el don sobrenatural que Dios da para alcanzar la vida eterna, para la cual todos estamos llamados a formar parte como la meta final de nuestra existencia, es un regalo hecho por Dios que nadia ha podido obtener por merito propio, es el auxilio gratuito que Dios no da para responder a su llamada, la de llegara se hijo de Dios, hijos adoptivos, participando de la de la naturaleza divina, como su pueblo elegido.

Por medio de la gracia somos introducidos a la vida Trinitaria: se participa por el Bautismo de la gracia de Cristo, como sus hijo, por lo que se puede llamar “Padre” a Dios, y se recibe la vida del Espíritu que infunde la caridad y que forma la Iglesia.

La vocación a la vida eterna proviene de la iniciativa gratuita de Dios, sólo Él es capaz de revelarse y de darse, por lo tanto es sobrenatural porque sobrepasa las capacidades de la inteligencia y la voluntad humana. El cristiano no puede actuar rectamente si no cuenta con la ayuda de Dios.

La gracia es absolutamente necesaria, sin ella es imposible alcanzar la salvación, la vida eterna; la justificación implica el perdón de los pecados, la santificación y la renovación; es la que arranca al hombre del pecado contrario al amor de Dios y purifica su corazón, es una acogida de la justicia de Dios por la fe en Cristo, merecida por la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Experiencia intima del amor del Abba (Padre)
Es una de las experiencias más maravillosas que puede experimentar el hombre la sentir la presencia del amor del Padre en su corazón, en donde Dios manifiesta que nos ama personalmente, como un Padre que amoroso y compasivo, un Padre que deja actuar libremente.

Dios ama por lo que somos, mas no por lo que tenemos o por lo que sabe hacer, o por la posición social en la que se vive, para Dios no importa quien eres o lo que hayas hecho, simplemente Dios nos ama y nos acepta, somos sus hijos hechos a imagen y semejanza suya, dignidad de la cual debemos ser consientes.

Experimentar el amor del Padre de manera intima es un encuentro directo con el Señor aceptándolo como el centro y Señor de tu vida por encima de todas las cosas buscando un constante cambio y dejándose transformar por la luz de su Espíritu.

Filiación dada por la realidad bautismal
Con el bautismo se hace hijo de Dios, somos liberados del pecado, se comienza a formar parte de su Iglesia como miembro activo, quedando grabado en nuestro corazón el sello de Dios, es la Alianza que Dios hace con sus hijos adoptivos, Alianza que con el paso de la vida se debe reafirmar con nuestros actos de fe, en la Eucaristía teniendo un encuentro directo con Jesús al participar de su cuerpo y su sangre como el alimento perenne para nuestro espíritu y nuestra alma.

El bautismo es la puerta que abre el acceso a los demás sacramentos, convirtiéndose en el fundamento de toda la vida, es uno de los más grandes dones dados por Dios, con el cual entramos a formar parte de su rebaño, siendo el signo de la soberanía de Dios en nuestro corazón.

Recepción de dones y carismas del Espíritu Santo
Jesucristo al momento de su partida al Padre dejo la promesa que nunca nos dejaría solos, que enviaría una compañía, la que estaría para siempre, promesa que fue cumplida el día de pentecostés, regalando el maravilloso don del Espíritu Santo la fortaleza y vitalidad necesitaban los apóstoles y la Iglesia para la misión que Jesucristo había iniciado en su paso por el mundo.

El Espíritu Santo trae consigo dones y carismas los cuales son otorgados al hombre, reparte dones por iniciativa propia con el propósito de hacer provecho a todos y son siete, Sabiduría, Fortaleza, Consejo, Piedad, Entendimiento, Ciencia y Temor de Dios, a quien sean otorgado tiene la responsabilidad de usarlos bien, olvidándose de si mismo poniéndolos al servicio de los demás, y para ello se necesita vivir en oración.

Los carismas son dones extraordinarios que concede el Espíritu Santo a algunas personas en beneficio de la comunidad, es una gracia que ayuda al crecimiento de la Iglesia, se pueden usar de para bien o para mal y tampoco son garantía de santidad ya que Dios nos creo libre, son por lo tanto una fuente de inspiración para adentrarnos en la misión de engrandecer el Reino de Dios.

Búsqueda de la imitación de Cristo
Nuestra vida debe ser una constante imitación de Cristo, seguir su ejemplo de vida, tomando conciencia de nuestra debilidad de pecado, debilidad  que no nos hace ajenos a seguir sus pasos, cumpliendo los mandamientos, especialmente el del amor, pero no un amor aparente, ni costumbrista, un amor real que este por encima de todo lo material, del odio y del rencor que son los males que se anidad en nuestro corazón colocando paredes infranqueables que no nos dejan ver del otro lado, que se van convirtiendo en grandes barreras imaginarias que acaban con nuestro bienestar y de quienes nos rodean, es por eso que debemos derribar estas barreras con nuestra humildad y sencillez, tal y como lo profeso nuestro Señor, perdonando de corazón, liberándonos de todas nuestras culpas, dejándonos moldear por Jesucristo para ser sus mas fieles discípulos.

Imitar a Cristo mas que un llamado, es una labor de todo ser humano, que mejor ejemplo que seguir la vida de Santidad de nuestro Salvador, parece un utopía difícil  de cumplir porque nos aterra el compromiso, nos angustia tener una vida de santidad la que no permite vivir los excesos de la carne, las delicias del mundo material, un mundo vacio lleno comodidades facilistas, en donde se cree que la felicidad se compran por paquetes, un mundo de farándula que nos invita a imitar cuando personaje importante para la sociedad de consumo aparece, que esos son los dignos de imitar y se gastan cantidades de dinero y tiempo para lograrlo.

Es una realidad que nos acompaña en nuestra época, dejando de lado el verdadero sentido de quién se debe imitar, al Hijo de Dios que se entrego por nosotros, tomando la decisión de imitarnos como hombres, dando el primer paso, una clara invitación a que como hombre lo imitemos dejándonos tocar por su gran amor.

Vivencia comunitaria de la fe
La fe es un acto de acercamiento a Dios que se debe vivir en comunidad, tal y como lo hizo Jesús al conformar su grupo apostólico quienes fueron llamados de la esencia de la humanidad, hombres comunes y corrientes sin ningún tipo de ostentaciones económicas, sólo su voluntad y la aceptación de ese llamado para dejarse moldear por Jesucristo.

En la comunidad se experimenta la presencia cercana de Jesús, tal y como lo hacían las primeras comunidades en donde compartían todo, trabajando juntos tras un beneficio común obedeciendo a Jesús profesando su fe, mas que un ejemplo es un llamado a integrarnos como seres humanos formando comunidades en la fe como un ingrediente para una vida verdaderamente cristiana.

La vida en comunidad es un compromiso del hombre ante Dios, teniendo en cuenta la enseñanza de Jesús, que cuando están dos o tres reunidos en su nombre alli estaré acompañándolos, (Mt 18, 20), una muestra maravillosa de su compromiso de compartir haciendo la invitación a amarnos como hermanos.

A menudo la gente pregunta si vivir en comunidad cristiana es un requisito para su salvación, quienes lo hacen son personas que  están interesadas en saber cuál es lo mínimo que necesitan hacer para obedecer a Dios.  La pregunta no debería ser si vivir en comunidad es tu boleto al cielo, sino preguntarte si vivir en comunidad te va a ayudar a ser un mejor cristiano, desarrollarte más espiritualmente, y dar un mejor testimonio al mundo de Jesús. 

Extremo kenotico del cristiano. El perdón al enemigo.
Así como Jesucristo siendo Hijo de Dios se abajo de todos sus poderes haciéndose igual al hombre menos en el pecado, sin dejar de ser Dios en su paso terrenal, dejando de lado su gloria celestial, su autoridad independiente, aceptando la voluntad del Padre, en este sentido el hombre también esta llamado a despojarse de toda armadura terrenal para estar en fraternidad con el Creador, el Padre de nuestra vida.

Es aceptar a nuestro hermano con sus debilidades y cualidades tal y como es, perdonando cada una de las acciones de corazón, sin guardar rencores que son los encargados del distanciamiento con el hermano y la vez con Dios, es dejarse llevar por la voluntad del Padre así como lo hizo Jesús, que no es nada comparado lo que el vivió con nuestra vida, si miramos detenidamente la vida de Jesús y su posterior descelance, vivió con sentido de humildad, sin lujos, creciendo en obediencia y total desapego por las cosas del mundo, muy contrario a como lo hacemos y ni que decir la de aceptar su muerte de cruz, que con el sólo hecho de saber que esto paso nos cuesta creer este acto tan grande de humildad por nuestra salvación y el perdón de nuestros pecados, perdón que nos cuesta poner en práctica con nuestro hermano y mas con quienes creemos que son nuestros enemigos.

El perdón debe ser la experiencia más rotunda como un acto de fe en nuestro corazón, logrando con esto la plenitud de la salvación y experimentar la grandeza del amor de Dios.

Vencimiento de la ley del talión.
Esta ley ha imperado a través de la historia de la humanidad, porque para el hombre le parece más fácil cobrar venganza por los actos recibidos, pagando con la misma moneda que adentrarse a meditar profundamente en las causas que por culpa de estas acciones llevan a la humanidad a enfrentamientos sin cuartel.

Ante esta situación Jesucristo quiso desvirtuar esta ley, la cual esta muy marcada dentro del contexto del Antiguo Testamento, por tal motivo predico al respecto “Ojo por ojo y diente por diente” Pero yo les digo: “No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrecerle también la otra” (Mt. 5, 38 – 39); colocándole con esto punto final a esta famosa ley, colocándole fecha de vencimiento, que en vez de responder con la misma ofensa o con el mismo daño, es no responder y ni tomar represalias, por el contrario perdonar de corazón siendo dóciles, humildes y comprensivos. Dejando un mensaje lleno de amor que al responder con las mismas acciones no se soluciona el problema por el contrario lo agrava llenando de odio los corazones despertando sed de venganza.

El perdón permite comenzar de nuevo. Pero con un perdón que salga de dentro, que sea real. Jesús utiliza imágenes de la vida cotidiana con abusos de menos categoría, para que si en estas cuestiones se cede, conscientes de la nueva justicia que se está viviendo, cuando lleguen los problemas graves se pueda acceder a un orden superior. La ley del amor va más lejos que la ley del talión.

Revelación de Cristo como pan de vida (Asamblea Eucarística)
Jesucristo no se quiso ir de este mundo terrenal sin antes dejarnos el alimento que fortalece que ayuda para lograr la vida eterna, fue tanto su amor que quiso quedarse con nosotros para siempre regalándose en un pedazo de pan, porque Jesús nos vio, nos ve y nos seguir viendo con hambre, mucha hambre, hambre y sed de felicidad, de vida, de paz y de amor, hambre de querer cambiar por un destino mejor, de ser files y mas comprometidos con Él, ante esta situación pensó que la humanidad necesitaba de un pan especial y tomo la decisión de quedarse con su cuerpo y su sangre en la Eucaristía.

En la Eucaristía quedo plasmada la majestuosidad del Señor al quedarse con su cuerpo y con su sangre como alimento perenne para el hombre, un alimento que no se agota jamás, un banquete al que todos como hijos de Dios estamos invitados a participar de manera directa, para lograr este beneficio debemos cumplir los mandamientos logrando un paso importante para la santidad.

La Eucaristía es el culmen al que todo cristiano bautizado en el Señor debe implantar como un estilo propio de vida profesando su fe.

El ágape como condición existencial, (Donación).
En el momento que Dios creo al hombre a si imagen y semejanza, lo creo con un inmenso amor, sin esperar nada a cambio, sin condición alguna, utilizando su propia voluntad al servicio del hombre, amor que ha venido demostrando a todo lo largo de la historia cristiana, que ratifico con la venida de su Hijo amado con quien sello la alianza del amor con el hombre.

En nuestra vida cristiana el ágape debe ser más que una norma de vida, es un requisito de servicio y entrega al prójimo, con amor puro, noble y verdadero, una condición existencial que debe estar por encima de toda obra terrenal, de toda clase de ambición material, es una invitación hecha por Dios a compartirlo todo a soportarlo a todo.

Se puede saber todas las cosas y tener  la fe necesaria para mover montañas, pero si no tengo ágape, amor, no soy nada; tener amor es saber soportar, es ser bondadoso, es no tener envidia, no ser presumido, ni orgulloso, ni egoísta, ni grosero, (1 Cor. 13, 3 – 7).

Dios con su amor constantemente esta invitando a compartir ese amor tan grande y maravilloso, un agape que no se acabe jamás, que perdure para siempre como prueba de agradecimiento a Dios de su donación y entrega.

Presencia de Cristo en el hermano
Cristo se quedo a vivir no solamente en la Eucaristía, también se quedo en el corazón del hombre como el complemento del Bautismo que nos hizo hijos de Dios para convertirnos en hermanos, lo que nos lleva a sentir la presencia de Cristo viva y real en cada uno de nuestros semejantes.

Por la desobediencia  y la rebeldía del hombre lo ha llevado a separse de Dios, creerse autosuficiente que todo lo puede lograr sin ayuda alguna, por consiguiente odiamos al hermano, le hacemos daño sin percatarnos en lo mas mínimo que con esto estamos ofendiendo a Dios, alejándonos de su amor ignorando en gran parte la presencia de Cristo en nuestra vida.

Desde que Dios quiso entrar en el tiempo no sólo la historia de un Pueblo está acompañada por la presencia de Dios, sino toda la humanidad, así como cada persona. Al volver la vista atrás en la propia vida y en la propia historia personal, muchos pueden descubrir también esta presencia divina que les acompaña y les cuida con mano de Padre.

A pesar de muchos creán que hay mas pecado que santidad y que la Iglesia Cristiana ha fracasado o esta a punto de fracasar en mas de veinte siglos de historia, la única verdad es  que Dios continua presente en con el perdón, disponible para que todos lo acojamos, un claro ejemplo esta en Pablo de Tarso que se convirtió sintiendo su vocación de servicio cunado mas persiguia a los cristianos y porque vio la presencia de Cristo en cada uno de ellos.

Lucha entre las obras de la carne y del espíritu.
En este sentido entre la carne y el espíritu siempre ha habido un distanciamiento marcado tal y como hace referencia San Pablo  en la carta a los Galatas, “La carne tiene tendencias contrarias a las del Espíritu, y el Espíritu tendencias contrarias a las de la carne” (Galatas 5, 17), es una lucha contraria entre dos fuerzas, una material, el cuerpo y la otra espiritual, el espíritu, en donde el mas fuerte termina por dominar al débil, llevando al hombre a comportarse de acuerdo a quien prevalezca mas en su cuerpo, si la dominante es la carne se inclina mas por las cosas materiales, los placeres del mundo con poco espacio para Dios, es conciente de la presencia de Dios pero la fuerza de la carne lo domina y no lo deja actuar; cuando quien prevalece es el espíritu se convierte en un hombre espiritual al servicio de Dios, colocándolo como el centro de su vida, tiene la tentación de la carne la cual es dominada por la fuerza espiritual que no lo deja caer, teniendo duras batallas en su interior.

Cristo dio libertad de actuar con la condición de no abusar de esa libertad, cosa muy contraria a lo que se ve en nuestra época, abusamos de los excesos de la libertad que se termina siendo esclavo de los propios vicios, de nada sirve vivir asistiendo a los ritos de la Iglesia, creerse que con asistir a la Eucaristia los domingos, hacer una obra de caridad, pero si no se tiene fe y sin cumplir  los mandamientos, de nada sirve y menos sino se tiene el amor, lo que de verdad cuenta como lo manifiesta San Pablo “es la fe, una fe activa por medio del amor” (Galatas 5, 6).

La lucha continuara entre la carne y el espíritu, pero también es deber del hombre mediante la oración aceptar la presencia de Dios para alejarse de los pecados de la carne, aprendiendo a distinguir muy bien teniendo el completo discernimiento para saber escoger entre las obras que agradan a Dios y las que no  para tener una completa comunión con nuestro creador, quien todos los días por intermedio de su Hijo esta tocando la puerta de nuestro corazón.

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