PECADO VENIAL Y MORTAL


¿Qué relación entre la misericordia y el pecado?

El pecado es toda aquella concepción en los actos humanos que van alejando del Dios, abriendo puertas en el corazón del hombre que permiten la entrada del maligno que de apoco se apodera de la mente y de cada actos del hombre invadiendo todo su ser, hasta convertirlo en una persona intolerante capaz de cometer cualquier acto de maldad que atente contra la tranquilidad humana.

Todo ser humano dentro de sus capacidades de comprensión tiene así sea un mínimo conocimiento acerca del pecado y sus consecuencias que a pesar de saberlo siempre se cometen, una y otra vez, se vuelven cosas cotidianas que da lo mismo hacerlas que no hacerlas.

El pecado es un camino lleno de espinas para el cual Dios creo la misericordia y todo aquel que decida acercarse a esta misericordia tiene su perdón, encontrando los brazos abiertos y amorosos del Padre creador, el más fiel reflejo de su infinita misericordia se encuentra en su santísimo Hijo que lo envió para salvar a toda la humanidad de las garras del maligno, teniendo una muerte de cruz para demostrar su gran amor.

Esta misericordia no se quedó clavada en una cruz, por el contrario resucito y aún vive como muestra de su gran poder que tiene sobre el pecado, dejando plasmado todo esto en la sagrada eucaristía con su cuerpo y sangre para compartirlo con cada uno de los pecadores; están de igual manera los sacramentos como símbolos de vida de Jesús, mas todas sus enseñanzas plasmadas en la profundidad de sus palabras en las sagradas escrituras como acompañamiento eterno que no se borrara jamás.

Para hacerse acreedor a la misericordia de Dios hay que tener presente de la estado  de pecado que se vive, teniendo una conversión no de momento si no continua de acuerdo a las exigencias del amor de Dios, como dice San Pablo en sus cartas donde abunda el pecado, sobreabunda la misericordia y es para toda persona que se confiese pecador, Dios va curando las heridas del pecado alejando enviando su Santo Espíritu como el constante consolador con sus dones para el bien de todo ser humano, así es la misericordia de Dios infinita como el universo.

2. ¿Cómo definirías el pecado?

El pecado es todo tipo de acto humano que va en contra de la voluntad de Dios, desobedeciendo sus mandamientos que son la base fundamental para alcanzar la misericordia.

El pecado es una transgresión de la ley de Dios y el rechazo del verdadero bien del hombre, quien peca rechaza el amor divino, se opone a la propia dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y hiere la belleza espiritual de la Iglesia, de la cual todo cristiano debe ser piedra viva.

El pecado comporta el rechazo de la recta razón, es decir, el rechazo de la verdad, y el rechazo del amor de Dios que nos indica cuál es nuestro verdadero bien. Directa o indirectamente es desprecio de Dios y de su amor.

El pecado corta en nosotros el hilo directo con la vida y da la muerte del alma. Como la enfermedad debilita y destruye el cuerpo, así el pecado es aquel cáncer espiritual que debilita y mata la vida del espíritu.

En Cristo crucificado el pecado revela su verdadera naturaleza: no es sólo desobediencia a un mandamiento divino, sino una condena a muerte del Amor. Este es su terrible poder.

El pecado es la mala acción  que absolutamente deben evitarse, constituye el mayor mal, aunque el hombre de hoy parece no tener de ellos una clara conciencia, de tal manera que ya Pío XII decía que el mayor pecado de nuestro tiempo es que los hombres han perdido el sentido del pecado.

3. Hablar sobre la gravedad del pecado mortal y venial

El pecado mortal es una transgresión de la ley de Dios en materia grave, hecha con plena advertencia (esto es, conscientemente) y con consentimiento deliberando (es decir, voluntariamente).

El pecado venial es una transgresión de la ley de Dios en la que falta o la gravedad de la materia, o la plenitud de la advertencia o del consentimiento.

El pecado mortal destruye la caridad en nuestro corazón y nos aparta de Dios, sumo Bien y felicidad nuestra. Si no es reparado por el arrepentimiento y por el perdón de Dios provoca la exclusión del Paraíso y la muerte eterna del Infierno, priva de los méritos adquiridos e impide todo crecimiento espiritual haciéndonos esclavos del mal.

No existe nada más grave y más dañino que el pecado mortal, que separa de Jesús, único Salvador. El sarmiento separado de la vid no sirve para nada, si no es para ser echado al fuego (Jn 15, 6).

Porque aun siendo una acción que en sí es mala, sin embargo no es tan tal que determine una verdadera oposición a Dios; no nos hace perder su amistad y, aunque nos debilita espiritualmente, no mata en nosotros la vida de la gracia.

El pecado venial enfría el fervor de la vida cristiana, obstaculiza el camino de perfección y nos hace merecedores del Purgatorio en la otra vida. Puede además disponernos al pecado mortal

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