SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACION.



Padre Guillermo Serra, L.C.

EVANGELIO DEL DÍA
San Lucas 1,26-38:

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”. María le dijo entonces al ángel: “ podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Meditación:

El Evangelio nos presenta a María como una mujer que sabía escuchar. En todos los momentos de su vida, María es una mujer abierta a Dios. En la Anunciación la Virgen escucha con el corazón e interioriza. No da un sí superficial, precipitado o imprudente. Su respuesta nace de un alma profunda y obediente. María vive en escucha activa que la hace capaz de aceptar la Palabra de Dios y de llevarla a la práctica. ¿Vivimos con esa hondura interior? ¿Entre nosotros y la Palabra de Dios hay separación? O como en el caso de María, ¿reflexionamos y aceptamos los mensajes de Dios en lo íntimo de nuestro ser? El sentido de nuestra vida cristiana es convertir la Palabra de Dios en vida. Sólo cuando en nosotros haya una verdadera escucha de Dios podremos anunciarlo también a los demás y hacernos portadores de Cristo para los otros. Que esta Navidad, la Palabra de Dios tome carne en nosotros y de ese modo hagamos a Cristo más presente en el mundo. Que María nos sostenga en la escucha generosa de Dios en este período de Adviento.

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