¿POR QUÉ DEBO PERDONAR?

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02/10/11
 ¿Sabías que la falta de perdón es una de las principales causas de estancamiento en la vida? Sientes que tu avance es lento, como si caminaras sobre la arena. Te preguntas, ¿qué ocurre...? El resentimiento o el rencor es una de las causas de mayores dolores y conflictos en nuestras vidas, cuántas veces has visto a tus seres queridos agredirse entre si, o guardar y alimentar rencores aún durante años, sembrando conflictos y separación, o traicionando sin lógica alguna. O peor aún cuántas veces te encuentras cargando rencores - por años y años - que no sabes como soltar y que se atraviesan más y más en el camino de lo que quieres en tu vida.
Hoy aprenderás algo de suma importancia para tu crecimiento espiritual y personal: ¡Debes perdonar!
Tres actitudes de quien no perdona

Quien se niega a perdonar asume tres actitudes:
La primera es: "Déjame el privilegio de guardar rencor o resentimiento hacia ti. Así el incidente haya ocurrido mucho tiempo atrás"

La segunda es: "Permíteme continuar arrastrando mi amargura porque, aunque puedo ser libre al perdonarte, prefiero seguir sumido en esta situación angustiosa"

La tercera es: "Aunque Dios perdona mis pecados, me inclino por desconocer el amor divino sembrado en mi corazón, al aceptar al Señor Jesús como Salvador, para seguir cosechando tristeza, fruto de no perdonar"

Si cierras la puerta al perdón, es tanto como que optes por vivir con un pesado bulto a cuestas. Te seguirá a todas partes, como una sombra. ¿Por qué decides proseguir así? Porque quizá estás luchando en tus propias fuerzas y no en las de Dios.

¿Qué pasos seguir?
Te preguntarás "¿Qué debo hacer para perdonar?". Es un proceso en el que irás paso a paso. El Señor Jesucristo estará contigo. No estás solo. Y, ¡podrás vencer!

#1.- Examina tu corazón
En primera instancia, es necesario examinar tu corazón y aceptar que la falta de perdón hacia quienes te rodean, esto se convierte en una enorme barrera para crecer a nivel espiritual y personal.
Un escalador Dijo: "Conforme uno escala, el peso del equipaje se torna más difícil de llevar. En ocasiones es necesario abandonarlo en la montaña. Es la única forma de poder ascender", explicó.
Igual con el peso del rencor, el odio y el resentimiento. Te ata. Impide que crezcas espiritualmente. Incluso, pone una barrera en tu relación con Dios porque sientes la conciencia acusándote por no perdonar. ¿Estarías dispuesto a continuar así? Sin duda que no.

#2.- Identifica por quién sientes falta de perdón
Un ejercicio sumamente edificante es que, tras haber orado a Dios quien conoce lo más profundo de tu corazón (Salmo 7:9), revises mentalmente a qué personas se te dificulta perdonar. Es fundamental para que puedas ser sano. Incluso, evalúa si vale la pena que sigas manteniendo rencor o resentimiento cuando el incidente ya pasó y, como tal, quedó en el pasado. Es probable incluso que el ofensor haya olvidado la falta.

#3.- ¡Abandona tus cargas!
Recuerda siempre que en la vida cristiana debes guardar una constante disposición a revisar dónde has fallado, qué correctivos debes aplicar y –por supuesto-- proseguir.
Hacerlo, debe llevarte a tomar tiempo para un examen sincero, exento de toda permisividad, acerca de dónde estás errado.
El apóstol Pablo, a las puertas de ser sacrificado, escribió: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; si no que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:12-14).
Tú y yo no somos perfectos. Siempre será necesario revisar todo cuanto haces. Una y otra vez descubrirás muchas fallas, tanto en el carácter como en la forma de pensar y de actuar. Recuerda que quienes sufren con tu actitud de no perdonar, además de ti, son aquellos que nos rodean. ¿Qué debes hacer entonces? Arroja las cargas ¡Hoy es el día para abandonarlas!

#4.- No luches en tus propias fuerzas
Si pretendes perdonar dependiendo de tus fuerzas humanas, de seguro fracasarás. En tu condición de ser humano tienes un extraordinario mecanismo que te permite guardar incidentes, imágenes y recuerdos, en un lugar específico que se conoce como el subconsciente. Y esos hechos afloran cuando menos lo esperas. De ahí que tu esfuerzo por perdonar se ve traicionado cuando estás frente a la persona que te hizo daño. Entonces, dependiendo de tus capacidades es casi imposible lograr hacerlo.
El apóstol Pablo era consciente de las limitaciones que tenemos para muchas cosas. Y por esa razón que escribió: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13).
Alguien expresó su desilusión porque siempre fracasaba en su propósito de perdonar. "Lo intento. Mantenía resentimiento hacia alguien. Transcurrieron una o dos semanas en calma pero de nuevo caí en ese estado de resentimiento", decía. ¿Cuáles alternativas tenía? Dos opciones. La primera, reconocer que es literalmente "imposible" cambiar si nos movemos en nuestras fuerzas. La segunda, que sólo es posible cuando le decimos: "Señor, no puedo en mis fuerzas, pero si me ayudas, sé que podré vencer el problema que tengo con la falta de perdón". ¡Tú puedes vencer!

Si no perdonas, te haces daño
La falta de perdón trae problemas a tu vida material, física y espiritual.
Perdonar es un precepto bíblico. El Señor Jesús lo expresó así: "...Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen... Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?" (Mateo 5:44-46).

Si Cristo murió por nuestros pecados y llevó nuestra pena en el propio acto en que nos perdonó nuestras faltas contra Él, una de las primeras inferencias es que debemos vivir perdonando los demás.
El texto clave de esta enseñanza se halla en Efesios 4:32: «Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo».
La misma enseñanza se halla en Colosenses 3:12, 13: «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros».

Debes tener claro, entonces, que estás llamado a perdonar. Es fundamental para que alcances la meta de crecer a nivel personal y espiritual, que sin duda el propósito de perdonar afecta tu vida de tres maneras:
1. Te reconcilia con tu Creador
2. Te reconcilia contigo mismo
3. Te reconcilia con tu prójimo
Se libre!!! Hazlo ahora en el nombre del Señor Jesús y empieza a crecer a la estatura de Cristo.
"...Sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente,
así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo" (Efesios 4:32. NVI).

La venganza es aquel pensamiento de desquite que se encuba en la mente, y cuando las condiciones son dadas, es ejecutado por el corazón. Es un pago con la misma moneda. Llega a ser una especie de satisfacción que se toma por el agravio recibido. Seguramente ha sido esto lo que ha llevado a algunos a decir que "la venganza es dulce". Pero como quiera que sea, la venganza no siempre es la mejor aplicación de la justicia, porque casi siempre se toma con las propias manos; y ella, una vez ejecutada, trae consigo un peso de conciencia que pudiera ser peor que la "satisfacción" lograda. Don Ramón de Holbach, escribiendo sobre los males de la venganza, dijo: "La venganza sólo sirve para eternizar las enemistades en el mundo; el placer fútil que nos causa va siempre seguido de eternos arrepentimientos". Ningún tipo de venganza logra curar un corazón ofendido. Tiene que haber una medicina mayor que produzca en él una sanidad interior.

 Contrario a esto, sí hay una "venganza" que puede lograr un resarcimiento en contra del ofensor. Hablamos de aquella donde el ofendido, vestido de bondad y de dominio propio, acorrala y vence al que le ha hecho daño con las armas del perdón. Estamos hablando de la "venganza del perdón". Porque el perdón, como dijo alguien "es la venganza de los hombres buenos". Es verdad que hay ofensas que dejan cicatrices en el alma para las que no pareciera encontrarse sanidad. Algunas tienen la misión de quebrantar las fibras más sensibles de un corazón noble. Otras llegan a la vida para desgraciarla y arruinarla, privándola de sus legítimos derechos de felicidad. Mientras que otras lastiman la confianza de un amor bondadoso, dejándolo lleno de ira, odio y resentimientos. Frente a todo esto, ¿qué hacer? ¿Cuál será la mejor actitud que debiéramos asumir contra aquello que nos ha hecho tanto daño? ¿Curará el perdón las heridas hechas? ¿Me estaré humillando ante el ofensor si perdono su falta?

 Se sabe por experiencia que el camino del perdón ha traído restauración para el ofendido y esperanza para el ofensor. El primero sabe que ninguna cosa hecha podrá reparar la falta cometida; mientras que para el segundo, el perdón traerá alivio a su conciencia culpable. Para el primero, perdonar sin reservas será la prueba mayor. Esta no es una tarea fácil. A la mente vendrá una y otra vez lo sucedido, pero en la medida que el perdón abunda, abundará también el olvido. Vale decir en esta parte, que el mejor refugio para el ofendido es ir al mejor Juez de todos, Dios. Su juicio es transparente e imparcial. Hasta ahora no ha perdido un caso. Es por eso que en la oración del "Padre nuestro", tan mencionada por la cristiandad, se nos dice: "Y perdona nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Quien logra perdonar a otros las faltas cometidas, es alguien en quien reposa el perdón divino. Así, pues, el hombre y la mujer que logran saldar la ofensa esgrimiendo el arma del perdón, tienen a Dios por su aliado. Y es que el perdón le concede al ofensor una nueva oportunidad, llegando a ser esto la gran puerta que le conduce para llegar a ser una persona nueva.

 ¿Qué le espera a un corazón perdonador? Paz en lugar de odio. Confianza en lugar de venganza. Amor en lugar de rencor. Y sobre todo, tranquilidad espiritual al poner su caso bajo la justicia divina. ¿Qué le espera a un corazón perdonado? Una conciencia libre de culpa, junto a un eterno agradecimiento. Una restauración por lo hecho y una disposición para ser otra persona. ¡Escoja hoy "vengarse", perdonando!

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